El ángel de Budapest
El zaragozano Ángel Sanz-Briz salvó a más de 5.000 judíos húngaros del holocausto nazi
Salvó más de 5.000 vidas. El embajador español Ángel Sanz-Briz, natural de Zaragoza, evitó que miles de judíos húngaros terminaran en los campos de concentración nazi. Para lograr tal fin, el aragonés tuvo que emplear altas dosis de perspicacia y valentía. El escenario de toda la acción fue la capital de Hungría, Budapest, en los últimos años de la II Guerra Mundial.
Sanz-Briz, tras pasar por El Cairo (Egipto), fue destinado en 1942 a la legación húngara, donde acudió recién casado con Adela Quijano. A las puertas del país centroeuropeo se libraba la II Guerra Mundial. Poco duró la tranquilidad. En 1944, Hitler decide invadir Hungría. En junio comenzaron los bombardeos sobre la ciudad y las embajadas de los distintos países comenzaron a abandonar la capital del país. Sanz-Briz, con 34 años, se quedó en Budapest, ya que España era un país neutral --pero afín a los alemanes-- y había que defender los intereses de los ciudadanos españoles. Las deportaciones de judíos húngaros no tardaron en llegar. Eran perseguidos, obligados a registrase y a coserse la estrella de David en la ropa, para después ser enviados en trenes hasta los campos de concentración, de los que la gran mayoría no salieron. Sanz-Briz fue testigo de cómo los judíos desaparecían o eran asesinados. Pero no se quedó quieto ante la barbarie. El aragonés puso en marcha su ingenio y temple diplomático para salvar a miles de seres humanos.
Desde la legación española se envió a Madrid la petición de ayuda para frenar las crueldades nazis. No se recibió respuesta. Y, en medio del silencio, Sanz-Briz se convertía en el responsable de la embajada en Budapest. El zaragozano se sacó un as de la manga. Apeló a una ley de 1931, de Primo de Rivera, que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los sefardíes --descendientes de judíos que vivieron en España hasta 1492--. Lo que no sabían los alemanes era que la Ley había sido abolida años después. Sanz-Briz dio un nuevo paso y envió al gobernador nazi Adolf Eichmann una carta rindiéndole cortesías y con una donación económica para asegurar el respeto a los españoles por parte de las SS --fuerzas nazis de represión--. Resultado final: la embajada española obtuvo 200 salvoconductos para sefardíes.
A finales de 1945 los soviéticos llegaron a las puertas de Budapest para liberar la ciudad. La España franquista no mantenía buenas relaciones con la URSS, por lo que Sanz-Briz recibió la orden de abandonar la capital. El español dejó toda la infraestructura en manos de sus colaboradores, entre los que destacó el italiano Perlasca. La entrada soviética liberó de la represión a los judíos húngaros. El zaragozano no volvió a Hungría, fue destinado a EE.UU. y luego al Vaticano, donde falleció en 1980. Pero su huella quedó en la Historia. Los judíos, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de Ángel de Budapest.
Sanz-Briz, tras pasar por El Cairo (Egipto), fue destinado en 1942 a la legación húngara, donde acudió recién casado con Adela Quijano. A las puertas del país centroeuropeo se libraba la II Guerra Mundial. Poco duró la tranquilidad. En 1944, Hitler decide invadir Hungría. En junio comenzaron los bombardeos sobre la ciudad y las embajadas de los distintos países comenzaron a abandonar la capital del país. Sanz-Briz, con 34 años, se quedó en Budapest, ya que España era un país neutral --pero afín a los alemanes-- y había que defender los intereses de los ciudadanos españoles. Las deportaciones de judíos húngaros no tardaron en llegar. Eran perseguidos, obligados a registrase y a coserse la estrella de David en la ropa, para después ser enviados en trenes hasta los campos de concentración, de los que la gran mayoría no salieron. Sanz-Briz fue testigo de cómo los judíos desaparecían o eran asesinados. Pero no se quedó quieto ante la barbarie. El aragonés puso en marcha su ingenio y temple diplomático para salvar a miles de seres humanos.
Desde la legación española se envió a Madrid la petición de ayuda para frenar las crueldades nazis. No se recibió respuesta. Y, en medio del silencio, Sanz-Briz se convertía en el responsable de la embajada en Budapest. El zaragozano se sacó un as de la manga. Apeló a una ley de 1931, de Primo de Rivera, que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los sefardíes --descendientes de judíos que vivieron en España hasta 1492--. Lo que no sabían los alemanes era que la Ley había sido abolida años después. Sanz-Briz dio un nuevo paso y envió al gobernador nazi Adolf Eichmann una carta rindiéndole cortesías y con una donación económica para asegurar el respeto a los españoles por parte de las SS --fuerzas nazis de represión--. Resultado final: la embajada española obtuvo 200 salvoconductos para sefardíes.
A finales de 1945 los soviéticos llegaron a las puertas de Budapest para liberar la ciudad. La España franquista no mantenía buenas relaciones con la URSS, por lo que Sanz-Briz recibió la orden de abandonar la capital. El español dejó toda la infraestructura en manos de sus colaboradores, entre los que destacó el italiano Perlasca. La entrada soviética liberó de la represión a los judíos húngaros. El zaragozano no volvió a Hungría, fue destinado a EE.UU. y luego al Vaticano, donde falleció en 1980. Pero su huella quedó en la Historia. Los judíos, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de Ángel de Budapest.