viernes, 9 de diciembre de 2011

Aotearoa



I

Una gota de sudor recorría mi rostro, bajando a una suave velocidad, descansando por el relieve de mi ojo derecho, y reanudando su trayectoria a los pocos segundos. Las manos me sudaban. Nervioso, impaciente, con temor. Esperaba una señal de despiste por parte de aquel repugnante individuo, pero ¡era imposible!, con la cara de lerdo que tenía, ¿cómo no se podía despistar al menos un segundo?. Me vino a la cabeza la frase que solía decir mi abuela paseando por la explanada Victoria, ``las apariencias engañanan´´. Entendí la frase, pero nunca antes la había puesto en practica. Razoné  un momento más, y ¡Eureka!, al menos no tenía unas tiras de plástico. Esas que utiliza la policía para detener o transportar  a cualquier persona temporalmente. El muy imbecil (a favor de mi bien) me ha puesto una cuerda como esposas. La habitación era sombría, ni una pizca de luz natural. Estantes con objetos desconocidos, curiosos y algunos de ellos, muy peligrosos por su apariencia. Me situaba en frente de mi secuestrador. Ese individuo, capaz de ser de todo, menos una persona normal, estaba leyendo el periódico THE NEW ZEALAND HERALD. La portada no era muy atrayente, pero como en un libro, nunca había que juzgarlo por su portada. Era una persona corpulenta, de unos cuarenta y pico años. Tenía rasgos Maorís. Llevaba una camiseta de los beattles. ¡Que poca originalidad!, ¿no podía ser otro grupo?. En instantes intermitentes cruzaba su mirada descontrolada con la mía. Hacía todo lo posible por que no se me notara la desesperación como protagonista en mi cuerpo.

En uno de esos segundos de total ausencia de silencio, me daban ganas de gritar y pedir auxilio. No obstante, me pareció algo que no daría resultado, y solo podía empeorar las cosas. El sonido del movil de aquel ser, rompió todos los ejes con su estruendosa música, posiblemente era un heavy-metal fusionado con rock, era un sonido extraño. Desde ese momento, solo se dedicaba a escuchar y contestar lo que la persona que estaba al otro lado del teléfono comentaba. Miraba de vez en cuando el suelo, despistando la mirada hacia uno de los estantes de color zarco, el único de los estantes allí presentes, que descubría un aspecto más remozado. Los otros, obsoletos, parecían que estuviesen aguardando durante siglos unos nuevos botes u objetos que se depositasen en sus láminas de ceñida madera. Concretamente fijaba la mirada hacia una especie de baúl,de un color corinto,secular, también carcomido por el paso de los años. Fue en ese momento cuando aproveché para intentar deshacerme de este nudo, que me estaba ahogando las manos e impidiendo que mi sangre realizase su recorrido habitual por mis dedos, de los cuales, podía sentir una especie  de cosquilleo. Los tenía dormidos.

Aquella persona, totalmente desconocida para mí, y de la que solo podía decir que me tenía secuestrado y que por el momento no ha dado indicios de tener una base mínima de inteligencia, estaba haciendo que cambiase de idea. Se apresuraba a abrir el baúl, posiblemente por órdenes de la persona, que tenía que estar en un lugar lejano, o incluso, para mi mal, cercano. Cada vez, mi frente lloraba ante la inmediata situación, desconocida e imprevisible. ¿Y si sacaba un arma?, acabaría con mi joven vida. Aunque por otro lado, acabaría con esta situación. Dejaría de ponerme nervioso, de tener este desasosiego que estaba acabando con mi paciencia. Debía de actuar, pero no sabía que hacer.

Con el baúl abierto, mis esperanzas de continuar con vida se desvanecieron. Adentró sus mayúsculas manos. Volvieron a salir, pero esta vez con algo entre ellas. ¿Algo peligroso?. Mis ojos se esforzaban al máximo por reconocer lo más rápido posible qué era ese misterioso objeto. Mis dudas se aclararon al reconocer una especie de figura. Mis nervios, también se tranquilizaron. Una nueva ventana, discrepante, me planteaba nuevas preguntas, de las que no podía contestar con exactitud. A lo mejor se dedicaba a vender antigüedades ilegalmente y esa figura solo significaba otra de las numerosas que ha vendido. O simplemente es una figura y quizás no hay que buscarle ningún entresijo. Pero viendo el panorama, no podía significar nada bueno.

Al finalizar su llamada, depositó su móvil en el escritorio que había delante de la silla en que estaba sentado, retenido. Eso sí, sin apartar la mirada de mí. Parecía que me estaba analizando, desde mis pies, hasta el último pelo de mi cabeza. Se acercó y me habló. Al principio no entendía en qué idioma me estaba hablando. Luego pude reconocer que era reo māoriidioma  Maorí. Desde mi interior me era imposible interpretar lo que me estaba diciendo, aún así, increíblemente en mi cabeza, algo extraño estaba sucediendo. Se volvió a alejar, ya no podía más, tenía que actuar tarde o temprano. 

Una desconocida tensión se apoderaba de mis músculos. Una sensación muy insólita, acompañado de una adrenalina, inmediata respuesta a la situación que estaba experimentando. Conseguí quitarme la cuerda que restringía mis manos, era como si esa adrenalina me hubiera ayudado a tranquilizarme, paradójicamente, y me hubiese ayudado a poder quitarme la cuerda. La sensación de dedos adormecidos estaba desapareciendo. El individuo, curioseando unos papeles del mismo estante en que estaba guardada en su baúl, aquella misteriosa figura, parecía estar distraído en una lectura inmensa. Posiblemente, esas hojas guardaban algo interesante. Pero, interesante o no, gracias a ellas, pude disimular, e ir levantándome poco a poco. Una parte de mi mente me decía que estaba saliendo todo perfecto. Otra parte, me decía que era imposible que aquel individuo se pudiese distraer tan fácilmente. Antes, podía haber distinguido una puerta oscura en el fondo de la habitación, al lado de otro de los muchos estantes allí presentes. Tenía dos opciones, o seguir con mi plan, o dejar mi estrategia y quedarme allí a mi suerte, esperando a que me arrebatasen la vida, torturasen, o incluso algo mucho peor, que daría las respuestas a las tantas preguntas que se me planteaban. Sin embargo, no era el momento para echar mi imaginación a volar, y opté por la acción mas peligrosa, pero segura, ya que, o podía salir todo perfecto o me atrapaban en mi pueril plan de huida.

Corrí hacia la puerta, no me importaba ninguna de las consecuencias que eso podía ocasionar. Mi decisión de querer hacer lo que estaba haciendo, me concedía más fuerzas. La ,cada vez, más grande cantidad de adrenalina, hacía el resto. Podía escuchar sonidos procedentes de las fauces de aquel horrendo individuo, acompañando con un sonsenete, arrancado de su choque con el suelo. No me lo podía creer, pero la puerta no tenía ningún tipo de candado o algo por el estilo. Abrí el pasador con una fuerza y desesperación brutales. Nervioso, ansioso por escapar, pude reconocer que era de noche. Todo este rato he estado en  un garaje o trastero exterior. Aquella idea de haber gritado, no me pareció tan latosa, hasta que descubrí que no había nada, ninguna casa, excepto una carretera. Me apresuré a correr todo lo que podía. No me dio tiempo ni a darme la vuelta para ver si me seguía. Una vez que corrí lo suficiente para estar más o menos lejos, comprobé si había alguien detrás mía. Empero, no había nada más que árboles y césped, cetrinos y sombríos por la noche. Recordé el momento en que me habló. Al principio no le entendía, pero algo dentro de mí, me decía que ese idioma me era familiar, que podía y sabía interpretar lo que estaba diciéndome. Noctívago, deambulaba dirección a ninguna parte. No sabía a dónde ir. Tenía temor, ¿ y si volvía o me encontrase allá donde fuera?. Sé perfectamente que en un sentido, ha querido que escapara. Pero ¿ por qué?. ¿Habrá sido una orden, de la persona que le había llamado?. Al menos, esa orden no indicaba que tenia que acabar con mi vida. Debía concentrarme, olvidarme por un momento de aquella persona que me había retenido, y pensar. El ir a la policia no era la mejor opción. A lo mejor tenía gente infiltrada. Desconocía el nivel social de mi secuestrador, o de su jefe, posiblemente el que le había llamado. Razoné por un instante, intentando aludir alguna situación anterior a mi secuestro que me pudiese dar algún indicio de dónde estaba o un lugar al que pudiese acudir para pedir ayuda. Fue en ese momento cuando me vino a la mente una de las más significativas preguntas que podía realizarme. ¿Quién soy?


No hay comentarios:

Publicar un comentario