sábado, 19 de noviembre de 2011

Redacción sobre la inadmisible posibilidad,por parte mía, de que pudiese existir un mundo sin libros.

Hace varios días, vimos la encantadora película  Farenheit 451. Nuestro profesor, nos pidó que hiciésemos una redacción sobre la misma, comentando la posibilidad de que pudiera existir una sociedad sin libros. La mía es la siguiente, con algunas correcciones:


¿Quién dice que no se pueden vivir tres vidas a la vez? Es obvio que solo se vive la propia y como mucho se conoce la de los otros, pero nunca nos llegamos a incluir del todo en ellas. otras veces de esas vidas paralelas, ya sean las de nuestros amigos, o la de los amigos de nuestros amigos o incluso las vidas de los personajes famosos que vemos por la televisión (y de los que a veces se les paga por conocer sus vidas tanto privadas como profesionales), no se llega a formar parte de ellas físicamente, pero sí que nos rozan nuestra ``burbuja´´ de vida e incluso se fusionan, llegándonos a repercutir en el transcurso de la propia. Pero yo puedo confesar que vivo tres vidas, que formo parte de tres burbujas que de algún modo están fusionadas, juntas, inexorables y en cada una de ellas se puede discernir un amplio lago de diferencias.

En una de ellas me transporto a Barcelona, concretamente a la Barcelona del siglo XIX. Me encanta como es la ciudad, sobre todo cuando mi fiel amigo Dani, protagonista de maravillosas aventuras, me guía por las calles y las ramblas de la misma y me cuenta tanto sus nuevas, como los peligros que ha tenido que pasar por ellas. Siempre preocupado por averiguar algo sobre el paradero de un tal Julián Carax, del que no sabe nada, y al quien necesita como árbol que precisa agua, y como al amado que requiere la presencia de su correspondida. También me cuenta sus noviazgos, la mujer que ama, Clara, de la que no puede evadirse de las sombras eternas, deslumbrada, y de la que tan solo se le podrán abrir las ventanas y puertas de la vida, con el descanso eterno. Aunque también tenemos a Penélope, la musa inspiradora de sus largas historias, tanto sinceras como morbosas. Son tantos los sentimientos que juzgamos y compartimos, que me hace sentir co-protagonista de su historia y lo considero como un más de mi familia, al igual que él me considera un ídem, del que en ocasiones, parece como si fuésemos gemelos idénticos e imposibles de discernir alguna característica, ya sea interior como exteriormente.

En mi segunda vida, cada año comienzo un nuevo curso, pero un curso totalmente diferente del que practico normalmente, como en la forma de ir hasta él. Me subo al tren de la estación nueve y tres cuartos, situada en Londres. La única forma de llegar hasta ella, es adentrándote a través de un muro de piedra añeja y de color cobrizo. Es idéntica a una simple estación de la que transitan diversos trenes, pero en esta, completamente distinta a las demás, solo se puede apreciar un tren, un expreso a vapor, el único expreso que conduce a Hogwarts, el colegio de magia y hechicería por excelencia. Parece alucinante, pero gracias a J.K. Rowling, todos los años comienzo un nuevo curso, en una escuela increíble y única. ¿Mis acompañantes?, nada menos que Harry Potter y su adorable amiga Hermione, de la que enormes sentimientos atraviesan mi mente, cuerpo y alma cuando la contemplo, y su fiel amigo Ron , del que junto a Harry y Hermione, todos los años aprendo el transcendental, solemne valor, que la amistad infunde en nosotros, de la que salva en momentos críticos como cuando Harry se enfrenta en cuerpo y mente contra Lord Voldemort, su fatal enemigo. De la fidelidad que Dumbledore, director de Hogwarts, nos transmite en todo momento. Y del valor de la perseverancia que transfiere McGonagall, la jefa de estudios mágica, que a la luz de la luna, cambia su aparencia por la de un felino. Y de la sinceridad y magnífica forma de ser de Rowling, quien en sus libros nos confiesa que la vida adolescente, por estar armado de una varita mágica, no cambia las dificultades que como ellos dirían, un muggle, una persona normal, un adolescente común, tiene que superar.

La tercera vida es la mía, la que suelo vivir con más plenitud y de la que nunca me podré despegar por muy buena o mala que sea. ¿Se podría vivir sin libros? Se podría, pero me privarían de mis dos burbujas, una a cada lado de la burbuja central, mi propia vida. Gracias a ellos he podido viajar sin dinero alguno, incluso viajar en el tiempo, desplazarme cronológica y geográficamente por el mundo y he movido a mi antojo, las agujas del reloj de la mente. Me he sentido como pájaro en liberta. He volado por miles de aventuras, recuerdos felices y amargos, vivencias únicas y que merecen ser leídas, vivídas. He averiguado quien era Julián Carax, el misterioso individuo que se manifestaba en todos los pasajes de la existencia de Dani. He captado las fragancias primaverales, el frío londinense y el plácido tiempo estival, asomándome desde la ventana de la torre de Gryffindor, en el castillo de Hogwarts desde donde divisaba más allá del horizonte. He vivido vidas completamente diferentes a las que suelo vivir y que en ocasiones están fuera de mis expectativas o mis alcances en todos lo sentidos, pero a veces, se parecían tanto, que se juntaban entre ellas y era como una sola. Dani tenía a su padre y su amigo Fermín quienes le instruían y le ayudaban a a atravesar el camino hacia lo correcto o apropiado. Harry tenía a sus amigos y sus profesores mágicos pero igual como nosotros en persona ya que les educaba e instruía al igual que nuestros profesores hacen sobre nosotros, como McGonagall, jefa de estudios de Hogwarts y quien ayudaba plácidamente a Harry y a sus amigos en lo que pidiesen y requerían. Y nosotros tenemos al jefe de estudios del instituto de nuestra vida y al que pertenecemos, José luis. Él al igual que McGonagall, aunque no tenga magia en el sentido explícito de la palabra, tiene otro tipo de magia. La magia de enseñarme a mí y a mis compañeros el viaje hasta lo inimaginable e inexplorado, hacia lo inexorable en unos momentos, y tan amplio como dos puertas abiertas, en otros. La magia de poder instruirnos para que la próxima que cojamos el tren hacia un nuevo mundo, entendamos todo lo que nos intenta transmitir el capataz, el presidente, el autor de cada uno de los rincones del mismo. Él nos ha cedido la oportunidad, de conocer que puede existir una sociedad, sin esos mundos, sin esas viviendas, recuerdos, aventuras, tristezas, alegrías, misterios, dudas, amores, sentimientos...etc. que una persona intenta transmitirme mediante el más potente y vigoroso de los poderes, el poder de la palabra, que puede quitar una vida y dar otra.
 ¿ Podría existir un mundo sin ese poder, seríamos capaces, seríamos aptos?








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