martes, 22 de noviembre de 2011

Síntesis sobre una especie de biografía fingida, que refleja cómo era una misma época, desde diferentes puntos de vista.


Nuestra profesora de Historia, nos pidió realizar una síntesis, manifestando desde distintos puntos de vista, cómo era la sociedad que sufrió la Revolución Industrial que atiende al período de (1750-1850) más o menos. Se trata de una`` biografía fingida´´, en la que los protagonistas estuviesen presentes durante esa época en concreto:






A
ún me acuerdo de cuándo mi padre me sentó en este mismo banco y me confesó seriamente, que yo mismo, en un futuro no muy lejano, me volvería a sentar en este lugar y me acordaría de sus palabras. Mi familia vivía en Gales, concretamente al sur, cerca del canal de Bristol. Yo nací al poco de que ellos se casaran, al menos el ponerme un nombre no les costaba gasto alguno, por lo que me pusieron Walter, Walter Williams concretamente.  Mis padres vivían de las fábricas allí construidas. Llegaban muy temprano, y salían demasiado tarde. Las fábricas tenían unas condiciones poco higiénicas y repugnantes, y a mucho menos de un paso, tenías otra pobre inocente persona como tú, al igual que esa tenía a otra, en general, si te resonaban las tripas muy despacito, el de al lado, podía oírlo. Mi madre siempre recriminaba el que un hombre tuviese que ganar más que una mujer El obrero no era más que un agente de producción, indistinguible de los agentes mecánicos. El trabajo de mis padres nunca era suficiente para el fabricante, ya se podían haber estado una semana, día y noche, trabajando, que ni si quiera les diría un ``estoy contento con vuestro trabajo´´. Esa frase era algo radícula e impensable para la época, que desgraciadamente les tocó a vivir a mis padres y en parte a mí.



Pero los Williams hemos sido muy trabajadores en muchas generaciones. Mi abuelo, por ejemplo, trabajó de artesano en la ciudad. Por esos tiempos, la habilidad, personalidad  y la originalidad a la hora de hacer los productos era lo que más se buscaba y para ello mi abuelo tuvo que trabajar durante muchos años hasta lograr ser el maestro artesano, papel que consolidó a lo largo del tiempo, y se protagonizó por los productos que fabricaba, los mejores  de la ciudad, la ciudad de entonces.  Mi abuela había vivido en el campo, donde su familia trabajaba para lo que comúnmente se llamaba, trabajo a domicilio en sus antiquísimas pero comodísimas casas. Ella ayudaba a su madre a tejer y a hilar, una costumbre que había sido implantada generación tras generación sobre los miembros de la familia, al igual que los instrumentos que se utilizaba. Compaginaban de algún modo lo que implicaba vivir en el campo, el trabajo que suponía mantener todo aquello, y el hecho de hacer las tareas domésticas y a tender a la familia en sí.  Este trabajo permitía hacer todo aquello, ya que estaba exento de horarios fijos (se ponían a trabajar cuando quisiesen y lo dejaban cuando les placía) y malos tratos tanto físicos como morales por parte del fabricante. Les pagaban a tanto la pieza, ya que el horario utilizado para la fabricación de la misma se desconocía. De todas formas, suponía un ingreso extra para la familia, por lo que supongo que mi abuela tuvo que ayudar plácidamente a sus padres en esta tarea. El aumento de la producción agraria exigió cambios tecnológicos e institucionales, por eso durante esa época sus padres introdujeron nuevos sistemas de rotación de cultivos lo que hizo posible la plantación de tubérculos como la patata, alimento indispensable y económico que al menos podían obtener y comer.


Mi tía Allie, trabajó de sirvienta en una casa de auténticos burgueses, en la que se quedó durante bastante tiempo. Lo de auténtico lo digo porque esa casa parecía ser de otro mundo, era una casa desmesuradamente grande, y con una decoración abundante. Lógicamente se situaba en un genuino barrio burgués.  La gente allí presente, paseaba con sus voluminosos trajes, que destacaban notablemente contra mi camiseta y pantalón de talla pequeña, llena de mugre, en la que destacaban manchas de barro, con unos zapatos, llenos de pequeños y medianos orificios. Las calles anchas y muy largas de unos extremos hacia otros, estaban debidamente pavimentadas y enlosadas. Me acuerdo de la sensación de auténtica limpieza cuando iba por esas calles en tiempo de lluvia y no me manchaba de barro, era una maravilla. Cuando podía, iba a verla, y ella me lo agradecía con un beso en la frente y un pastel que sigilosamente y que sin que los dueños se enterasen, cogía de la amplia cocina, para mí y mis padres. Me encantaban esos pasteles de arándanos que mi familia nunca llegaría ni a poder cocinar y en muchas ocasiones, ni a poder olfatear. La casa tenía amplias habitaciones con unos techos muy elevados. Las casas de mis amigos tenían unos techos muy bajos, y la habitación de mi amigo Billy, en la guardilla, no tenía espacio para más de dos cabezas altas. La casa a la que mi tía Allie servía, tenía cuadros de pintores destacados (según ella, que había oído hablar a los dueños sobre aquel tema) por todas las paredes. Espejos enormes con monturas de madera con relieves y muebles preciosos, únicos e increíbles, al igual que su inconcebible precio. Tenían hasta un sala de música…¡cuántas veces he querido tocar y sentir las suaves y monótonas notas que se conseguía con un piano en condiciones como aquel!. Había una gran claridad gracias a los ventanales acristalados y balcones que daban al exterior, señal de que en esas casas vivían gente con riqueza. A demás, tenían un maravilloso y amplio baño particular, sonaba increíble… Era un sueño el poder levantarte de madrugada y depositar tus necesidades sin el requisito de tener que ir hasta el final de la calle, situación de la que cuándo era muy pequeño, a veces ni llegaba a tiempo, y las necesidades fluían antes de ir al mar a depositarlas.  En fiestas más o menos importantes, como la navidad, mi tía nos daba lo que sobraba de los grandes banquetes que sus dueños realizaban y celebraban junto a amigos y familiares, cenando grandes platos de ricos alimentos típicos de la navidad, y que ellos sí podían permitirse comer.  Mi casa y las casas de la gente de mi condición era el ejemplo contrario a lo dicho anteriormente. La oscuridad de todos los sentidos era la protagonista de la mayoría de las veladas. Mis vecinos trabajaban en la siderurgia. Muchas veces había mucha gente reunida por los alrededores de la casa por motivo de que Lloyd, el padre de familia, sufría constantemente accidentes en la fábrica debido a la poca seguridad allí presente. Un día venía con quemaduras leves, pero otros días, llegaba a casa con grandes manchas, debido al desprendimiento de la piel al quemarse, y muerto de dolor. La mayoría de los días nos reuníamos con ellos para comer. En grupo, compartíamos la poca comida que podían mis padres comprar con el escaso salario que conseguían. Un buen cazo con patatas, agua, y de vez en cuando y en muy pocas ocasiones, acompañados de algunos trozos de tocino, pero sería algo muy poco casual, el acompañarlo con trozos de carne. A veces, cesábamos de comer para hablar o para beber, luego reanudábamos la acción.  Muchas veces alguno de nosotros caía enfermo por la comida que estaba o en mal estado, o como se solía decir, adulterada. Por esa época no sabía muy bien que era aquello y creo que mis padres tampoco, por lo que se lo atribuíamos a la mala calidad de la comida o simplemente a que nos había sentado mal y punto.


Alrededor de 1861, comencé mi primer día de trabajo en la misma fábrica que mis padres. El sonido era angustioso, y el ambiente no era el más propicio Muchos de los padres de mis amigos de entonces, querían que sus hijos fueran a trabajar, ya que suponía la oportunidad de que llegase a casa un nuevo salario y así incrementar el dinero que entraba a casa. Mis padres no eran así.  Por mucha necesidad que pasábamos, el que yo fuera a trabajar les abría una brecha de dolor en su corazón, por eso creo que fue el motivo de que, mis padres no tuvieron más hijos, algo muy poco casual para la época, ya que nuestros vecinos tuvieron nada más y nada menos que siete hijos, todos amigas y amigos míos.  Al menos era en lo único en que los pobres ganábamos a los ricos, en números de hijos. Aunque creo que éstos últimos eran más inteligentes. El trabajo injusto que realizaban los niños a edades tempranas, y mujeres, llegando a trabajar incluso estando embarazadas, era el protagonista de la época. En aquella época no se podía pensar con el corazón, por lo que no tenía más remedio que ir a trabajar. Aquel trabajo era simple, me tenía que introducir por debajo de las máquinas y limpiar los restos de hilo que caían al unísono. Mi mentalidad de seis años no me decía que aquello era peligroso, por lo que lo tomaba como un simple juego, y me conformaba saber que mis padres estaban casi todo el día cerca de mí.  Muchos de mis compañeros que hacían la misma tarea que yo, tenían constantemente accidentes, y conforme iba creciendo en cuerpo y mente, mi mentalidad me empezaba a advertir de que podía acabar como ellos. Conforme pasaron los años fueron muchos los que perdieron la vida, y yo perdí muchas amistades.


Sobre el año 1871, mi tía Allie decidió dejar de trabajar como sirvienta y buscar un lugar en el que pudiera vivir alrededor de gente igual a ella, o una sociedad en la que reyes absolutistas no les ahogara en todos los sentidos, un lugar en el que tener su propia casa. Buscar un sitio en el que la vida estuviese, al menos, un poco mejor.  Partió en un barco, rumbo al nuevo mundo. Allí prometían la ausencia de un servicio militar obligatorio (algo que a ella le era indiferente, por lo que era mujer. Al menos las mujeres, tenían, aunque fuese escaso, algo bueno a favor de ellas, en aquella sociedad). Prometían no tener impuestos opresivos y no poner nudos ni mazmorras. Mi padre se sintió triste por la ida de su hermana, con la que tenía muy buena relación y unos muy buenos lazos afectivos, al igual que con mi madre y conmigo.


Con mis dieciocho años recién cumplidos, me enamoré por primera vez, de Rebecca Square. Una amiga desde la infancia. Ese sentimiento ya lo había experimentado con mis padres, pero nunca en aquel sentido. Lo que más me llamaba la atención de él, fue que era algo gratuito y que no costaba más que dos miradas y hechos a favor de tu pareja. Al fin y al cabo era lo que nos mantenía vivos en aquella sociedad injusta e ilógica. Me acordé de cuando iba a casa de los dueños de mi tía a escondidas, y veía como el hijo de aquella familia, muy diferente a mí en todas las condiciones, recibía muchas cosas a las que yo no podía acceder, como a una educación. Muchas personas de las que había a mi alrededor no podía ni leer el acta de fallecimiento de sus respectivas parejas por las epidemias como la lepra, por que no sabían. Ni si quiera escribir sus pensamientos, en un diario, como vi yo aquella vez, a la hija de la familia de los burgueses Burns, mientras mi tía me preparaba el pastel de arándanos para llevármelo, representar sus pensamientos en una hoja. Pensamientos privados, que solo eran conocidos por el papel, la pluma y la mente de aquella niña. Fue entonces cuando de mi interior se relevó un sentimiento antes desconocido. Un sentimiento de justicia y reivindicación que nunca había sentido anteriormente. Ese sentimiento se despertó en mí y en muchas otras personas. 

 Sobre el 1886, yo y muchas personas más hicimos la conocida como huelga.  Dejábamos de trabajar para conseguir algunas mejoras laborales. La hacíamos todos, era obligatoria pues solo la unión de mucha gente, de una sociedad al conjunto, solo en ese momento, la unión hacia la fuerza. Los que no iban al evento los denominábamos esquiroles, pues muchas veces por esa gente no conseguíamos lo que pedíamos. Estas huelgas hicieron que aparecieran las primeras, aunque escasas leyes protectoras de nuestros derechos. Yo pertenecía a la asociación del mutuo socorro, establecida en Cardiff. Aunque tenía que pagar una serie de cuotas, valían la pena, ya que te reforzaban y ayudaban en caso de algún accidente laboral, o si me quedaba en paro.


Por las calles se oían himnos de las AIT, y las National Union of Women's Suffrage Societies (NUWSS),  la unión nacional de Sociedades por el Sufragio de las Mujeres ,la cual, consiguió derechos en educación y trabajo, llegando a equipararse incluso a los derechos que nosotros, los hombres, teníamos. 


Conseguimos que los obreros tuviésemos derecho al voto. Un derecho concedido por el cobarde parlamento burgués, quien votó aquella decisión por miedo a una revolución obrera. Mi fiel amigo Billy me convenció para que perteneciera al sindicato Trade Unions presente en mi país durante esos tiempos. Defendían mis derechos y mis condiciones laborales, algo muy importante para mí.

Ahora estoy junto a ti  William Williams, eres mi hijo y en ti está el peso de la responsabilidad de seguir con lo que yo y mucha gente comenzamos. De seguir luchando por nuestros derechos, aquellos derechos que siempre debimos de tener y que eran invisibles hacia los ojos de los que gobernaban, pero visibles ante los nuestros desde el interior. Ahora es tu turno William, con esto, con lo que hemos y seguiremos haciendo, haremos historia. La historia nos incumbe y nos pertenece a todos, al fin y al cabo es la historia de nuestras obras, la historia de los nuestros, nuestra historia.

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