Fuentes, nació en Panamá en 1928.
Pasó su infancia recorriendo Latinoamérica y Estados Unidos siguiendo la
carrera diplomática de su padre, hasta que se estableció en México durante su
adolescencia, donde estudió Derecho. Posteriormente, estudió economía en Suiza.
En 1954 publicó su primera
novela, Los días enmascascarados,
dando inicio a una obra literaria cargada del paisaje mexicano a través de su
ojo crítico y su narrativa novedosa. Con La
región más transparente (1958) y La
muerte de Artemio Cruz (1962), dos de sus obras más conocidas, Fuentes
consiguió proyectarse como uno de los principales creadores de la novela
latinoamericana.
Según una cronología escrita por él mismo, se inició en la lectura desde niño con Edmundo de Amicis y Mark Twain, para luego conocer a Alejandro Dumas, Pablo Neruda y Jorge Luis Borges, entre otros. En 1944 leyó El Quijote y desde entonces lo volvió a visitar cada año, dijo.
El autor, quien fue embajador de México en Francia (1972-1976) y profesor en varias universidades estadounidenses y europeas, colaboró también con el Premio Nobel de Literatura de 1988, Octavio Paz, en la Revista Mexicana de Literatura. Fuentes se convirtió en diplomático siguiendo los pasos de su padre, pero se vio oblidado a dejar la embajada en París después de criticar abiertamente al entonces hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México desde 1929 al 2000.
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Entre los premios que obtuvo el escritor están el Nacional de Literatura en México (1984), el Cervantes (1987) y el Príncipe de Asturias (1994).
Que descanse en paz, y que nos siga relatando sus aventuras por el cielo, pues su huella, seguirá presente en todos lados, gracias a sus libros, a sus palabras. Aquellas palabras, que hicieron que muchas personas, hoy día, sigan pensando que no se ha ido. Y que nunca lo hará.
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